El Año de Jubileo Actualizado
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El Año del Jubileo Actualizado
Rev. William Soto Santiago
27 de Diciembre de 1987
Bogotá D.C, Colombia
Muy buenos días, amados y amigos y hermanos presentes aquí en Bogotá, Colombia, y también en Cayey, Puerto Rico; también en Medellín Colombia, Cali Colombia, Villavicencio, acá en Colombia, Fusagasugá, acá en Colombia también, y La Dorada acá en Colombia también, todos a través de la vía telefónica para en esta mañana escuchar la Palabra de Dios.
Para todos: un próspero Año Nuevo.
El año nuevo, ¿qué significa un nuevo año? Un nuevo año acá, conforme a los programas humanos, tiene un significado muy grande, y llega ese nuevo año con nuevas cosas. También Dios en Su Programa tiene un nuevo año, del cual en esta mañana deseamos hablar, leyendo en el libro de Levíticos, capítulo 25, verso 8 en adelante, que dice:
“Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años.
Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra.
Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia.
El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que naciere de suyo en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos,
porque es jubileo; santo será a vosotros; el producto de la tierra comeréis.
En este año de jubileo volveréis cada uno a vuestra posesión.”
Que Dios bendiga Su Palabra en nuestros corazones y nos permita entender y recibir con alegría de corazón, llenos de jubileo, el año nuevo de Dios.
Ya dentro de algunos días, unos cuatro días, terminará este año y comenzará un nuevo año: el año 1988. Y todos, a medianoche del último día del año presente, lo despiden con diferentes instrumentos que hacen ruido, y reciben el nuevo año con alegría, con regocijo, esperando prosperidad, salud, esperando todas las cosas buenas de la vida; eso es así con el año nuevo que se recibe aquí en la Tierra.
Y el año nuevo del Programa divino que recibe el pueblo de Dios, cuando sabe que se ha despedido un viejo año y ha comenzado un nuevo año en el Programa de Dios, se recibe con alegría, con regocijo, porque ese nuevo año trae para el pueblo que lo recibe todas las cosas que están prometidas para ese nuevo año; y tiene promesas que no pueden ser quebrantadas sino cumplidas conforme al Programa divino.
Y los años de los cuales nosotros hablamos en el Programa divino son nuevas edades, nuevas dispensaciones, y así por el estilo, nuevas etapas; y cuando se concluye una etapa es porque hay una nueva etapa para comenzar. Porque Dios no se puede quedar inactivo, Dios siempre está ocupado en Su Programa, y Él ha hecho un Programa para llevarlo a cabo sin descanso. Dios no descansa ni de día ni de noche, pues Él no se cansa como los seres humanos, pues siempre Él está trabajando y Él está llevando a cabo una obra en este planeta Tierra, la cual está señalada en la Escritura a través de los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento.
Por lo tanto, nosotros estamos llamados a entender en qué año estamos viviendo de acuerdo al Programa divino, en qué año divino estamos nosotros en la actualidad, cuál ha sido el nuevo año que ha comenzado para nosotros.
Conforme a la Escritura que hemos leído, Dios le dijo al pueblo hebreo que contaran siete semanas de años, esas siete semanas, equivalentes a cuarenta y nueve días, vendrían a ser cuarenta y nueve días años; y luego de concluidas esas siete semanas de años, en el mes séptimo y día diez del mes séptimo de un nuevo año, no perteneciente a los cuarenta y nueve años, se tocaría la trompeta, la trompeta de jubileo, porque había comenzado un nuevo año: el año del jubileo, el año que traía para el pueblo hebreo las bendiciones más grandes, el año que traía libertad en toda la tierra para todos los hijos de Dios y la tierra regresaba a su dueño original.
Si su dueño original la había perdido en algún negocio, automáticamente regresaba a las manos de su dueño original si él no la había obtenido nuevamente durante esos cuarenta y nueve años. Porque podía pagar el precio adeudado y recibirla, pero si no lo había hecho por una causa o por otra causa, el año nuevo, el año del jubileo, traía libertad a esa propiedad, y el dueño original, lo que único que tenía que hacer era mostrar el título de propiedad; mostrar que él es el dueño original, que él era el dueño original, porque la tierra no se podía vender perpetuamente, sino que todo negocio tenía un límite, el máximo: cuarenta y nueve años. Y luego en el año cincuenta, sin el dueño original pagar un centavo, ni un centavo, regresaba automáticamente a sus manos; pero el dueño original tenía que mostrar el título de propiedad, y la persona que tuviera esa propiedad tenía que entregarla al dueño original.
Fue una ley divina, un estatuto divino establecido al pueblo hebreo, porque Dios estaba reflejando en ese estatuto Su Programa, lo que Él llevaría a cabo en Su Programa en favor de los hijos de Dios. Porque los hijos de Dios al llegar espiritualmente a ese año nuevo, a ese nuevo año y tener el Título de Propiedad nuevamente en sus manos, regresaría toda la propiedad de los hijos de Dios a las manos de ellos; porque son los dueños originales, los cuales Dios colocó en esta Tierra con el Título de Propiedad.
Cuando Dios colocó a Adán en esta Tierra, Dios le entregó a Adán el Título de Propiedad de este planeta Tierra, le entregó en ese Título de Propiedad todos los derechos que él tenía como dueño, señor, gobernante, rey sobre este planeta Tierra. Adán, siendo el primer hombre que pisó esta Tierra en un cuerpo físico, Adán tenía en ese cuerpo físico un espíritu teofánico, o sea, un cuerpo, otro cuerpo, un cuerpo espiritual de la sexta dimensión. Y toda persona que posea dentro de su cuerpo un cuerpo teofánico, vivirá eternamente sin ver muerte.
Adán estaba hecho en esa forma, porque Dios lo hizo así, ése es el diseño divino del hombre que Él creó a Su imagen y semejanza, porque ése es el diseño divino, ése es el diseño de Dios.
Dios para aparecer en esta Tierra en forma humana, con un cuerpo físico, hizo un diseño, y conforme a ese diseño hizo al primer hombre. Por eso el hombre fue hecho con el diseño divino, con el diseño que Dios hizo para Sí mismo. Y Dios, ya conforme a ese diseño, siendo y viviendo en la séptima dimensión, Él comenzó con ese diseño para Dios mismo crearse un cuerpo teofánico; fue lo primero que Dios creó: Su propio cuerpo teofánico, y dentro de ese cuerpo Dios se movió y comenzó el resto de la Creación.
En el principio era el Verbo, la Palabra, la Teofanía, y el Verbo, la Palabra, la Teofanía era con Dios; y aquel Verbo, aquella Teofanía era Dios, era Dios en un cuerpo teofánico; y por Él fueron hechas, creadas todas las cosas, por Dios en Su cuerpo teofánico. Y nada de lo que fue creado, fue creado sin Él. Nadie puede atribuirse algo de la Creación, excepto Dios: el diseñador y hacedor, Creador de todas las cosas, de todo lo que fue creado.
Luego, conforme a ese diseño, a ese plano que Dios tenía para Sí mismo, porque Dios en Su Programa, conforme a ese plano, a ese diseño, Dios estaba descendiendo; porque más arriba de Dios y de la dimensión de Dios no hay nada. Pero Dios, para hacer algo, tenía que hacerlo de arriba hacia abajo, y eso fue lo que aconteció conforme a ese Programa. Antes de Dios crear al hombre y colocarlo en un cuerpo físico, ya Dios tenía en Su Programa Él crearse un cuerpo físico y vivir en ese cuerpo y caminar en este planeta Tierra, estar entre los seres humanos, entre los hombres que Él crearía.
Pero, vean ustedes, primero Dios se hizo el cuerpo teofánico, y luego le hizo un cuerpo teofánico a Adán. ¿Y dónde estaba Adán antes de estar en ese cuerpo teofánico? Pues, en la séptima dimensión, como estaba Dios y como estaban todos los hijos de Dios.
Todos los hijos de Dios vienen de la séptima dimensión, el primero que vino de la séptima dimensión fue Dios, descendiendo, creando todas las cosas; y luego, su primer hijo en la sexta dimensión también fue colocado. Dios creó también ángeles, querubines, serafines, arcángeles, y planetas, sistemas solares, creó galaxias, todo eso, todo eso lo creó estando en ese cuerpo teofánico, y creó al hombre en ese cuerpo teofánico, o sea, le creó un cuerpo teofánico y lo trajo de la séptima dimensión y lo colocó dentro de ese cuerpo teofánico con un propósito.
Adán y Dios tenían comunicación en esa sexta dimensión. Si cuando lo colocó en este planeta Tierra en un cuerpo físico todos los días lo visitaba, cuánto más en la sexta dimensión. Era Su primer hijo en el programa de creación, manifestado primero en un cuerpo teofánico y luego en un cuerpo físico.
Adán, ese hijo amado de Dios que Él colocó en este planeta Tierra, un hombre perfecto, un hombre que tenía la Vida eterna, porque tenía ese cuerpo teofánico dentro del cuerpo físico, y ambos habían sido creados: el cuerpo teofánico, que es el espíritu, el espíritu es un cuerpo en donde habita la persona, porque la persona es alma viviente, eso es la persona; pero tiene dos cuerpos. ¿Y acaso le extraña a usted que una persona tenga dos cuerpos? Un cuerpo es el vestido, la vestimenta del alma: el cuerpo teofánico, y sobre ese cuerpo-vestido teofánico está colocado otro vestido: el vestido físico, ¿y se extraña usted de eso? ¿No nos ponemos una camisa y después una chaqueta encima, vestidos dos veces? Así también tenemos dos vestidos: el cuerpo espiritual, el espíritu, y también el cuerpo físico.
Y así como nos cambiamos de vestido en lo literal, y algunas veces a usted lo pueden ver con una vestimenta de un color y luego verlo a usted con una vestimenta de otro color, también los hijos de Dios tendrán un cambio de vestido, de vestimenta, su vestimenta espiritual, su espíritu tendrá un cambio, y tendrá un espíritu teofánico, un cuerpo teofánico de la sexta dimensión; y también tendrá un cambio de vestimenta física y tendrá un nuevo cuerpo, una nueva vestimenta, conforme a la promesa divina. Como dijo San Pablo: “He aquí os digo un misterio: Todos ciertamente no dormiremos, no moriremos, mas todos seremos transformados,” un cambio de vestimenta.
En un abrir y cerrar de ojos, para los que están vivos será el momento en que más rápido nos vestiremos, más rápido, en menos tiempo que el tiempo que utilizamos para ponernos estas vestimentas físicas, de ropa terrenal.
Tendremos un cambio de vestimenta, un cambio de cuerpo, en un abrir y cerrar de ojos, a la final Trompeta, porque será tocada la Trompeta y los muertos resucitarán primero; en palabras más claras: los muertos, los hijos de Dios, que, a través de las edades, años pasados, años o edades espirituales, pasadas etapas, murieron, durmieron, están durmiendo, porque los santos no mueren, sino que duermen, que reposan. Ellos están en el lugar que estaba Adán antes de ponerse la vestimenta humana, porque ese es el lugar que cada hijo de Dios, que viene por creación divina, va, llega primero: a la sexta dimensión en donde se coloca la vestimenta espiritual, el cuerpo teofánico, el espíritu teofánico perfecto que necesita.
Porque desde la caída los hijos de Dios, aunque son hijos de Dios, han llegado a este planeta Tierra sin pasar por la sexta dimensión a colocarse el vestido interior que les corresponde para luego colocarse el vestido exterior, el cuerpo físico hecho o creado por Dios; o sea que son dos vestimentas: una dentro de la otra, y ambas vestiduras o vestimentas, para vivir eternamente con esa vestimenta, tiene que ser la que el Creador y Diseñador diseñó para cada uno de ustedes y también para mí, para cada uno de nosotros el Diseñador por excelencia ha diseñado una vestidura, la cual será para toda la eternidad.
Y ninguna de las dos vestiduras hemos nosotros tomado, porque tomamos la que nuestro padre y madre terrenal nos prepararon en el momento en que llegamos. Tomamos un espíritu del mundo y un cuerpo que nació de mamá, pero el que Papá Dios tiene para cada uno de Sus hijos ha sido diseñado y creado por el mismo Dios: un cuerpo teofánico (vestidura interior) y un cuerpo físico pero creado por Dios (vestidura exterior).
Y ya los que murieron en Cristo, creyendo en el Señor Jesucristo, ya se colocaron esa vestidura interior, están en la dimensión de la teofanía, vestidos, pero no nos podemos ver todavía; para eso tendríamos que estar nosotros allá porque ellos han estado colocándose esa vestidura; o sea, se cambiaron de ropa, ellos acá en la Tierra tenían esta misma vestidura que nosotros tenemos, pero cuando murieron soltaron esta vestidura que nosotros tenemos y se colocaron una nueva vestidura, pero todavía no han terminado de vestirse para aparecer en este planeta Tierra.
Van por la mitad, y no es porque sean lentos, sino porque todavía el tiempo para ellos colocarse la vestidura física, la vestidura exterior, no había llegado en su tiempo.
Por lo tanto, ellos han estado esperando por un nuevo año, por un nuevo tiempo, en donde la vestidura exterior, el Diseñador de esa vestidura, la haga, la cree, y así ellos puedan entonces venir al lugar en donde Él lleve a cabo la creación de esas vestiduras: a éste planeta Tierra. Y así ellos colocarse entonces esa nueva vestidura y aparecer vestidos con ropa nueva: un cuerpo nuevo y una vestidura o cuerpo nuevo también interior, para vivir eternamente.
Siempre, siempre, en el año nuevo se tiene un vestido nuevo, una ropa nueva para estrenar, y en el Año Nuevo de Dios Él tiene para Sus hijos una nueva vestidura para estrenar, ropa nueva.
Y en ese Año Nuevo cada uno regresará a su posesión, cada hijo de Dios en ese nuevo año tiene el derecho a una nueva vestidura interior y exterior también; ambas juntas para disfrutar ese nuevo año vestidos de nuevo, vestidos de ropa nueva, ropa nueva fabricada, creada por el Diseñador por excelencia, Diseñador y Creador de la nueva moda, que será una moda eterna, no pasará de moda esa nueva vestidura que cada uno de Sus hijos tendrá.
Para tener una nueva vestidura tiene que ser en un nuevo año, un nuevo año en donde Él haya hecho esa promesa. Él dice que será a la final Trompeta, porque será tocada la Trompeta y todos los muertos resucitarán primero, y luego nosotros los que vivimos seremos transformados, y todos en cuerpos incorruptibles en una nueva vestidura, todos transformados, viviremos eternamente; todo en y a lo más alto de la moda divina, superior a la vestimenta de los ángeles, de los querubines, de los Arcángeles, superior a cualquier otra vestidura.
Y será a la final Trompeta, en el año del jubileo del pueblo hebreo está representada esa final trompeta, porque esa Trompeta final representa el mensaje final de Dios, porque luego de ése mensaje no hay otro mensaje para la raza humana; porque luego de ese ministerio que traerá el mensaje final para traerle al pueblo de Dios la vestidura divina, no habrá otro mensaje ni otro ministerio. Por eso con ese ministerio final trayendo el mensaje final representado en la gran Voz de Trompeta o Trompeta final y en el Antiguo Testamento representado ese mensaje en la trompeta del año del jubileo, en donde se proclamaba libertad en toda la tierra en el año 50, en el año en donde todo quedaba libertado, libre, conforme a ese programa, porque Dios estaba reflejando, representado en el año del jubileo lo que Él llevaría a cabo en Su Programa para la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos.
El año del jubileo, un nuevo año diferente a los cuarenta y nueve años anteriores, representaba para el pueblo hebreo libertad en toda la tierra y regreso a la posesión original que Dios le dio a cada hijo de Dios, representando así el regreso de los hijos de Dios a un espíritu o cuerpo teofánico y un cuerpo físico creado por Dios para vivir eternamente.
El ser humano perdió sus derechos allá en la caída en el Huerto del Edén, y recupera todos sus derechos, recupera toda su herencia en el nuevo año del jubileo actualizado, cuando el pueblo escucha la Trompeta final, la gran Voz de Trompeta está escuchando la trompeta del año del jubileo actualizada; y representa para el pueblo el regreso a la Casa de nuestro Padre celestial, el regreso a un cuerpo eterno con un espíritu eterno, para vivir por toda la eternidad.
Pero cada hijo de Dios como individuo, y todos los hijos de Dios como grupo, como un cuerpo, ambos tienen que tener el Título de Propiedad que les identifica como los dueños de esa propiedad, los dueños y herederos de Dios, los dueños y herederos de un cuerpo eterno, lo cual había perdido la raza humana; pero para reclamar esos derechos se necesita el Título de Propiedad. Ninguna persona puede esperar el regreso a la eternidad, el regreso a un cuerpo eterno creado por Dios, con un espíritu teofánico dentro de ese cuerpo, si no tiene el Título de Propiedad para regresar a su posesión.
Adán y en Adán se perdió esa nueva tierra, esa tierra, ese lugar, esa casa, ese cuerpo teofánico, y el cuerpo físico eterno. Adán, mientras tenía el Titulo de Propiedad, tenía todos los derechos; en la caída el Título de Propiedad, siendo el dueño original Dios, el cual lo había entregado a Adán, Dios tomó ese Título de Propiedad. Adán no podía continuar con él; el diablo, Satanás, tampoco lo podía tomar; Dios lo tomó, y desde ese momento estuvo en las manos de Dios, permaneció en las manos de Dios hasta el tiempo final.
Porque en el tiempo final, cuando se llegue en el ciclo divino en el Cielo al año del jubileo, al nuevo año, al año nuevo, se proclama en el Cielo un mensaje, y se pide que venga alguien que tome el Libro que está en la mano del que está sentado en el Trono, de Dios. Ese Libro estaba cerrado estando en la mano de Dios. Y se pide que llegue alguien, porque se ha llegado al tiempo en ese ciclo divino, al año del jubileo actualizado en el Cielo, y conforme al año del jubileo toda propiedad que toda persona había perdido, si en ese año del jubileo cuando sonaba la trompeta del año del jubileo la persona no reclamaba su propiedad mostrando el título de propiedad y mostrando que el sonido de esa trompeta representaba, significaba que regresaba a sus manos esa propiedad, si pasaba ese tiempo, quedaba entonces en las manos de la persona que la tenía.
Pero, toda persona reclamaba su propiedad, y cada persona reclamaba su libertad, si estaba como esclavo. Así también es en lo espiritual, el Título de Propiedad ya sabemos que es ese Librito que estaba en las manos de Dios el cual estaba sentado en el Trono en el Cielo; pero cuando llega ese ciclo divino del año del jubileo actualizado en el Cielo, se pide que venga alguien que sea digno, tome ese Libro de la mano del que está sentado en el Trono, y lo abra, y haga el reclamo; porque si pasaba el tiempo de ese ciclo divino en el Cielo, todo quedaba perdido. Y aun el Sacrificio del Señor Jesucristo en la Cruz del Calvario perdía su valor, porque todo pasaba a otro ciclo e iba desapareciendo todo gradualmente, porque se había llegado al ciclo de reclamo. Y cuando en el Programa Divino se llega a una etapa, se tiene que llevar a cabo esa etapa y tiene que aparecer la persona indicada por Dios para llevar a cabo esa etapa; otra persona no sirve, y otro tiempo tampoco sirve para llevar a cabo esa Obra establecida para cierto tiempo.
Como no aparecía nadie, y Juan miraba y no encontraba a nadie en el Cielo ni en la Tierra ni debajo de la Tierra, comenzó a llorar. Juan sabía que, si no aparecía una persona y no aparecía en ese momento para tomar ese Libro y abrir sus Sellos, y tenía que ser una persona digna y digna de acuerdo a los requisitos divinos: un Redentor, semejante a nosotros, una persona a imagen y semejanza de los seres humanos; no podía ser un ángel, un Arcángel o un querubín, porque ellos no son semejantes a los seres humanos.
Tenía que ser un hombre, pero que no hubiera venido a través de la unión de un hombre y de una mujer, porque todo hombre que viene en esa forma viene por el pecado original; por eso David dijo: “En pecado me concibió mi madre.” No quería decir que su madre hiciera algo erróneo, sino que David se refiere a su creación o engendro y nacimiento por la vía de la caída de la raza humana, y no por creación divina.
Tenía que ser un hombre que estuviera en pie, no un hombre caído como Adán, así que, Adán no podía presentarse ante la Presencia de Dios, tomar el Libro y abrir esos Sellos.
Había profetas allá en el Cielo, estaba el profeta Enoc que no vio muerte, estaba el profeta Elías, estaba Eliseo, estaba Abraham el padre de la fe, estaban los patriarcas, estaban esos grandes profetas del Antiguo Testamento; pero todos ellos habían venido por la unión de un hombre y de una mujer; y el que no había venido en esa forma, Adán, había caído. Y el único que quedaba que había venido por creación divina: Jesús, no aparecía. Y Juan lo buscaba, y no lo encontraba. Y Juan lloraba mucho a causa de lo que él entendía: toda la creación estaba perdida porque no aparecía el hombre indicado para tomar ese Libro y abrir sus Sellos. Porque ese es el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra y es el Libro que contiene todo lo que pasará a la eternidad, todo lo que el Señor Jesucristo con Su Sangre redimió; pero tenía que reclamar lo que redimió.
Después que una persona paga el precio de una propiedad, no se puede quedar con los brazos cruzados, y decir: “Ya compré una propiedad, ya la tengo,” no, ya con el título de propiedad ya firmado entonces puede decir: “Desocupen mi propiedad” o “me tienen que entregar la propiedad desocupada, porque ya tengo el título de propiedad y soy el dueño de esa propiedad; así que, las llaves, y fuera de mi propiedad toda persona ajena a mí, a mi familia, a quienes yo quiero que vivan ahí.”Todo eso significa un título de propiedad.
En la corte vale un título de propiedad; lo que una persona diga al lado de un título de propiedad, no tiene valor. Y en la Corte Divina lo único que tiene valor es el Título de Propiedad que Dios tuvo por miles de años en Su mano; por algo no lo soltaba, hasta que llegó el tiempo en que apareció, ¿sabe quién? El Abogado, el Pariente Redentor. Usted sabe que en una corte una persona puede decir que le entreguen ciertos documentos, y no se los entregan; viene el abogado y los pide, y se lo entregan a él. Así ha sucedido en el Cielo con muestro Abogado, porque tenemos un Abogado, el mejor de los Cielos y de la Tierra también.
Y en la herencia de los hijos de Dios, la propiedad de los hijos de Dios estaba en litigio en la Corte celestial, pero cuando ya le entregan el Título de Propiedad al Abogado, y era el Abogado nuestro, no el abogado del lado contrario que es el diablo; y cuando se lo entregan, ahí están los nombres de todos los herederos, los nombres de todos los hijos de Dios por los cuales Él murió, derramó Su Sangre y nos limpió de todo pecado, y ahí están nuestros derechos. Él es el dueño de ese Título de Propiedad, pero como nosotros somos herederos de Dios y coherederos juntamente con Cristo Jesús, nuestro Abogado, entonces el Título de Propiedad que Él recibe lo trae a la Tierra, a Sus hermanos, y lo entrega al mensajero que esté en ese ciclo divino, en el ciclo divino del año del jubileo le entrega ese Libro que lo trae abierto, como lo entregó a Juan.
Juan representando al Cuerpo Místico del Señor Jesucristo encabezado por el mensajero de ese ciclo divino, lo entrega en Su segunda venida, porque la Venida del Ángel Fuerte con el rostro como el sol y el arco iris sobre Su cabeza es nada menos que la Segunda Venida de Cristo con el Librito abierto en Su mano, el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra por el cual Él murió. Y lo trae en este tiempo final, en el tiempo del reclamo, en el tiempo del año del jubileo actualizado espiritualmente, ya no solamente en el Cielo sino en la Tierra también en términos espirituales; porque cuando se actualice ya en otros términos será después de terminado el Milenio, será la eternidad.
Estamos viviendo en un tiempo muy importante, en un ciclo divino representado en el año del jubileo, y la gran Voz de Trompeta o Trompeta final es la misma trompeta del año del jubileo actualizado en nuestro tiempo proclamando el mensaje final de Dios, proclamando el Título de Propiedad. Porque es ése Título de Propiedad que trae el Ángel Fuerte en Su mano, Cristo en Su segunda venida viniendo en Su Reino con Sus Ángeles, viniendo a Su Templo, a Su Trono, a Su Cuerpo Místico, a Sion, y entregando ese Título de Propiedad nuevamente a la raza humana; así como lo entregó Dios a Adán cuando creó a Adán a Su imagen y semejanza, lo entrega en este tiempo final al Cuerpo Místico del Señor Jesucristo encabezado en Su Ángel mensajero.
El Ángel mensajero del grupo de escogidos del tiempo final, que con gran Voz de Trompeta llama y junta a todos los escogidos, proclamando el Título de Propiedad, proclamando los derechos que tienen todos los hijos de Dios en este tiempo final, hablándole a los hijos de Dios de la Segunda Venida del Hijo del Hombre, la Venida del Ángel Fuerte, hablándole a los hijos de Dios de la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos, hablándole a los hijos de Dios del regreso a la eternidad, a la herencia de cada hijo de Dios.
Porque todo eso está en el Título de Propiedad, y así se lleva a cabo el reclamo de todo el contenido del Título de Propiedad.
Por eso el Ángel se lo come, el Ángel Fuerte lo entrega al Ángel mensajero que estará, que está sobre la Tierra en ese tiempo y él lo toma, y lo come de acuerdo a la indicación divina.
Un libro literal no se come, pero siendo la Palabra, entonces sí se come: “Porque no solamente de pan vive el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.” Esa es la Palabra para Vida eterna, no de pan vivirá el hombre sino del Título de Propiedad que sale de la boca de Dios para todos los hijos de Dios.
La boca de Dios siempre han sido los profetas de Dios, por eso salió de la mano de Dios a la mano del Cordero, del Señor, de Cristo; y luego en la Tierra pasa de la mano de Cristo a la mano del Ángel mensajero que sobre la Tierra está en Su segunda venida, y de su mano pasa a la boca para poderlo hablar, porque la Palabra de Dios, el mensaje de Dios siempre tiene que salir de la boca del mensajero que Dios tiene es ese tiempo para el pueblo.
Mientras no pasa a la boca del mensajero y lo digiere, no puede luego salir el mensaje de gran Voz de Trompeta, el mensaje final, el mensaje profético, porque está dicho: “Es necesario que lo comas; será dulce en tu boca y amargo en tu vientre. Y luego que lo hube comido me fue dicho: Es necesario que profetices otra vez.” La última vez, la última profecía, el mensaje de gran Voz de Trompeta, el mensaje de la Trompeta del año del jubileo, el mensaje del Título de Propiedad que se comió el mensajero, y luego sale de la boca del mensajero, que es la boca de Dios para hablarle al pueblo y el pueblo recibir el Título de Propiedad; y el pueblo entonces, al recibirlo, a hacer juntamente con el mensajero el reclamo de toda su herencia, de toda su propiedad, de todo lo que Adán perdió miles de años atrás.
Estamos en el año nuevo, en la edad nueva, en la nueva dispensación, todo representado en el año del jubileo. Un nuevo año, un año de dicha, de prosperidad, de felicidad, de alegría, de jubileo para todos los hijos de Dios al recibir el año nuevo. Tengan ustedes un feliz y próspero Año Nuevo del jubileo, sean prosperados con todas las bendiciones correspondientes a ese nuevo año, prosperados espiritualmente y físicamente, y obtengan ustedes, incluyéndome a mí, todas las bendiciones divinas del Año Nuevo del jubileo.
Con júbilo, con júbilo y alegría recibimos el año nuevo del jubileo actualizado, un nuevo año con nuevas bendiciones, con un nuevo cuerpo, con un nuevo cuerpo teofánico y un nuevo cuerpo físico en el Año Nuevo del jubileo que no terminará hasta que tengamos todas las cosas nuevas: “Porque he aquí Yo hago nuevas todas las cosas,” en el Nuevo Año del jubileo.
Todos con el Título de Propiedad, el mensaje de gran Voz de Trompeta, la Trompeta final, la profecía final. Bienaventurado el que lee y el que escucha las palabras de la profecía de este Libro,” porque es la profecía que procede de la boca del que se comió el Título de Propiedad para pasarlo a cada hijo de Dios en el año nuevo del jubileo actualizado.
Tengan todos, nuevamente les digo, un feliz y próspero año 88 en lo físico y año 50 en lo espiritual, un feliz y próspero año del jubileo, que les cubra todas las bendiciones físicas, espirituales, en todos los campos y en todas las dimensiones y en todos los tiempos.
Un año nuevo, el Año Nuevo del jubileo.
Dios les bendiga, Dios les guarde a cada uno de ustedes aquí en Bogotá, a cada uno de ustedes allá en Medellín, a ustedes también allá en Cali, a ustedes también allá en La Dorada, a ustedes también allá en Fusagasugá, y a cada uno de ustedes también en Villavicencio y también ustedes en Puerto Rico.
Dios les bendiga, Dios les guarde, muchas gracias por vuestra amable atención, y pasen todos muy buenas tardes, allá en Puerto Rico, y muy buenos días acá en Colombia. Será hasta la próxima ocasión en que estaré nuevamente con ustedes en el nuevo año del jubileo que ya comenzó para cada uno de nosotros.
Dejo con ustedes al reverendo Jesús Mayorga para concluir en esta mañana, ya en la tarde o en la noche estaremos a las 7:00 de la noche en Fusagasugá para dictar una conferencia más sobre el Programa divino para nuestro tiempo; están todos ustedes invitados para esta conferencia, luego regresaremos esta misma noche luego de la conferencia en Fusagasugá.
Así que, Dios les bendiga, Dios les guarde, y será hasta la próxima.
“AÑO NUEVO DEL JUBILEO ACTUALIZADO.”
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