Los Hechos del Nuevo Hombre Interior - Dr. William Soto Santiago |
Los Hechos del Nuevo Hombre Interior
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Los Hechos del Nuevo Hombre Interior
Rev. William Soto Santiago
22 de Febrero de 1995
-
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel
de Pacto, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también.
Nos dice el rey Salomón en Eclesiastés,
capítulo 12, verso 1 al 14, de la siguiente manera:
“Acuérdate de tu Creador en los días de tu
juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales
digas: No tengo en ellos contentamiento;
antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la
luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia;
cuando temblarán los guardas de la casa, y se
encorvarán los hombres fuertes, y cesarán las muelas porque han disminuido, y
se oscurecerán los que miran por las ventanas;
y las puertas de afuera se cerrarán, por lo
bajo del ruido de la muela; cuando se levantará a la voz del ave, y todas las
hijas del canto serán abatidas;
cuando también temerán de lo que es alto, y
habrá terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la langosta será una
carga, y se perderá el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y los
endechadores
andarán alrededor por las calles;
antes que la cadena de plata se quiebre, y se
rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda
sea rota sobre el pozo;
y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el
espíritu vuelva a Dios que lo dio.
Vanidad de vanidades, dijo el Predicador,
todo es vanidad.
Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto
más enseñó sabiduría al pueblo; e hizo
escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos
proverbios.
Procuró el Predicador hallar palabras
agradables, y escribir rectamente palabras de verdad.
Las palabras de los sabios son como
aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las
congregaciones, dadas por un Pastor.
Ahora, hijo mío, a más de esto, sé
amonestado. No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de
la carne.
El fin de todo el discurso oído es este: Teme
a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.
Porque Dios traerá toda obra a juicio,
juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.”
Que Dios nos permita entender Su Palabra y
ver que nuestra estadía aquí en la Tierra es temporal, y que es una oportunidad
que Dios nos da para buscar a Dios, temer a Dios y servir a Dios conforme a Su
voluntad. Y luego habrá un juicio que Él traerá sobre todo ser humano.
Está el juicio final, es uno; y está también
antes de ese juicio un juicio muy especial para los escogidos de Dios, que es
el juicio que Él llevará a cabo en la Cena de la Bodas del Cordero, cuando los
escogidos sean transformados y raptados. Durante tres años y medio que la
Tierra estará pasando por la gran tribulación, estaremos con Cristo; y ahí se
llevará a cabo un juicio; pero es un juicio para recibir los galardones por las
obras, las labores, llevadas a cabo en el Reino
de
Dios por cada escogido de Dios.
Es necesario que estemos conscientes que
nuestra vida aquí en la Tierra es temporal, y que la única forma de dar buenas
cuentas a Dios por todo lo que hemos hecho en esta Tierra, en esta vida que Él
nos ha dado, es obrando de acuerdo a Su Palabra. No
hay otra forma para la persona salir bien, es obrando de
acuerdo al Programa divino.
Luego que la persona ha recibido a Cristo
como su Salvador, tiene a Cristo como el Cordero por el pecado; así que tiene
un sacrificio delante de Dios en su favor. Por lo tanto, la misericordia de
Dios es extendida sobre la persona, porque Dios no ve pecado en la persona.
Ahora, cuando tenemos a Cristo como nuestro
sacrificio, como el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo, luego nos
toca a nosotros hacer como dice el apóstol San Pablo en su carta a los Efesios.
Y veamos a ver lo que Él nos dice en Efesios, capítulo 4, verso 24... vamos a
leer un poquito antes; nos dice, comenzando en el verso 20:
“Mas vosotros no habéis aprendido así a
Cristo...”
O sea, que está mostrando él una forma de
vida. Vamos a leer del verso 17 en adelante, para que tengamos el cuadro claro.
Dice:
“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que
ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,
teniendo el entendimiento entenebrecido,
ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de
su corazón;
los cuales, después que perdieron toda
sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de
impureza.
Mas vosotros no habéis aprendido así a
Cristo,
si en verdad le habéis oído, y habéis sido
por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús.
En cuanto a la pasada manera de vivir,
despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,
y renovaos en el espíritu de vuestra mente,
y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios
en la justicia y santidad de la verdad.
Por lo cual, desechando la mentira, hablad
verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol
sobre vuestro enojo,
ni deis lugar al diablo.
El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje,
haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que
padece necesidad.
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra
boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia
a los oyentes.
Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios,
con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
Quítense de vosotros toda amargura, enojo,
ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos,
perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.”
Aquí el apóstol San Pablo nos enseña que
luego de recibir a Cristo, hay una nueva vida para los que han nacido de nuevo;
una vida nueva que Cristo ha preparado para toda nueva criatura. Y nos enseña
que nos despojemos del viejo hombre con sus hechos, sus acciones, y nos
vistamos del nuevo hombre con los hechos que le corresponden al nuevo hombre
nacido de nuevo y creado conforme a Cristo y por Cristo.
También miren ustedes aquí en el capítulo 3
de Colosenses, nos habla también el apóstol, comenzando en el verso 5, nos
dice:
“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros:
fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es
idolatría;
cosas por las cuales la ira de Dios viene
sobre los hijos de deso-
bediencia,
en las cuales vosotros también anduvisteis en
otro tiempo cuando vivíais en ellas.
Pero ahora dejad también vosotros todas estas
cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.
No mintáis los unos a los otros, habiéndoos
despojado del viejo hombre con sus hechos,
y revestido del nuevo, el cual conforme a la
imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno.”
El nuevo hombre, que es conforme a la imagen
del que lo creó, o sea, el nuevo hombre interior, nos habla de esa imagen de
Cristo en nosotros, que es el Espíritu de Dios en nosotros, para que así
nosotros ya tengamos la imagen de Cristo en nosotros; y luego recibamos la
transformación de nuestros cuerpos para que seamos en la apariencia exterior,
en cuanto al cuerpo, seamos con un cuerpo, como el de nuestro Señor Jesucristo;
que no solamente tengamos la imagen o cuerpo teofánico, sino también la
semejanza humana de Cristo, el cuerpo humano de Cristo, que así también
nosotros tengamos uno (eterno), para vivir por toda la eternidad.
Es necesario que todo hijo de Dios sea
vestido del nuevo hombre, de ese hombre celestial, de ese hombre que es la
imagen teofánica de nuestro Señor Jesucristo. Pues,
así como Él tiene un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, por medio del
nuevo nacimiento cada hijo de Dios al recibir de Su Espíritu,
está recibiendo su teofanía, para vivir conforme a ese nuevo hombre, a ese
cuerpo teofánico; vivir conforme a los deseos y hechos que le corresponden a
nuestras teofanías manifestar por medio de carne humana.
El espíritu que el ser humano recibe cuando
nace es un espíritu del mundo, a causa de la caída en el Huerto del Edén; y por
esa causa el ser humano es inclinado hacia el mal. Pero cuando el ser humano
nace de nuevo recibe un Espíritu del Cielo, no del mundo, sino de Dios; recibe
el Espíritu de Dios, recibe ese cuerpo teofánico de la sexta dimensión, esa
teofanía que siempre lo guiará y lo inclinará hacia el bien siempre.
Por eso es que cada
hijo de Dios está llamado a dejarse guiar por su teofanía, por ese hombre
interior nacido de Dios, para así hacer conforme a la voluntad de Dios; y que
así sean manifestados los hechos del nuevo hombre, y no del viejo hombre. Los
hechos del nuevo hombre interior, y no los hechos del viejo hombre interior; no
los hechos del antiguo espíritu del mundo que nos inclinaba hacia el mal. Sino de acuerdo a los hechos del Espíritu de Cristo, de ese
Espíritu teofánico, de ese hombre interior; luego que en nosotros es creado por
Cristo, para que así los hechos del nuevo hombre sean manifestados en nuestra
carne, y a través de nuestra carne sean manifestados los hechos del nuevo
hombre, del hombre interior nuevo; y así agrademos siempre a Dios. Porque Dios
juzgará las obras de cada persona, los hechos de todo ser humano.
Dios juzga el corazón del ser humano; por eso
es que al corazón no puede usted dejar entrar ninguna
cosa que sea contraria a la Palabra de Dios. Porque cuando deja entrar algo que
no es correcto, luego va a dar fruto, va a producir cosas contrarias a la
voluntad de Dios.
Por eso es que
nuestro corazón tiene que estar abierto a las cosas de Dios; y para saber que
son de Dios, tenemos la Escritura. Lo que la Escritura dice que es de Dios,
pues es de Dios; lo que la Escritura dice que no es de Dios, pues no es de
Dios. Lo que la Escritura dice que son los hechos, acciones del nuevo hombre,
pues son las acciones del nuevo hombre. Lo que la Escritura dice que son los
hechos y acciones del viejo hombre, pues son los hechos y acciones del viejo
hombre.
Por lo tanto, dice San Pablo: “Despojémonos
del viejo hombre con sus hechos, y vistámonos del nuevo hombre,” que es creado
según Dios para así vivir en la justicia divina, y así vivir conforme a la
voluntad de Dios.
Dios ha dicho: “He aquí, yo hago nuevas
todas las cosas.”
(Apocalipsis
21, verso 5). Él hace un Cielo nuevo y una Tierra nueva.
Él hace también cielos nuevos, o sea, atmósfera nueva. Él también hace nuevas
criaturas, o sea, seres humanos nuevos, nacidos de nuevo. Y por medio del nuevo
nacimiento somos nuevas criaturas, creados en Cristo Jesús Señor nuestro.
Así que jóvenes, sabiendo cuál es el consejo
divino que nos da aquí el proverbista Salomón:
“Acuérdate de tu Creador en los días de tu
juventud.”
Y nos dice al final:
“Porque Dios traerá toda obra a juicio.”
Sabiendo estas cosas, entonces, jóvenes:
vivan vidas agradables a Dios, vestidos del nuevo hombre, vestidos de la nueva
criatura, creados en Cristo Jesús por medio del nuevo nacimiento. Y así los
podré ver en el Milenio y en la eternidad disfrutando de Vida eterna en el
Reino de Jesucristo. Y así estaremos gozándonos por toda la eternidad.
Mi deseo es verlos a todos ustedes en la
eternidad para así disfrutar todas las bendiciones que Dios tiene para Sus
hijos.
Así que ya hemos visto la forma correcta para
vivir en esta Tierra conforme a la voluntad de Dios.
La repetición de las acciones, de los hechos,
va formando o es lo que forma los hábitos o el hábito; y luego el hábito o los
hábitos de la persona, forman el carácter. Por eso es que
toda persona está llamada a vigilar sus acciones, sus hechos, sus obras; porque
de sus obras luego vienen los hábitos o el hábito; y de sus hábitos se forma el
carácter.
Queremos tener un carácter agradable a Dios;
por lo tanto, vigilemos nuestras acciones. Los hábitos son formados por los
hechos o acciones repetidos. La repetición de las acciones o hechos o
actuaciones son las que forman el hábito.
Miren ustedes, por ejemplo, los malos hábitos
y los buenos hábitos. Los malos hábitos se forman... Los que tienen malos
hábitos, como el de fumar o el de beber, o el de usar drogas y cosas así en
este mundo, ¿cómo lo formaron esos hábitos? Comenzaron probando, repitieron
unas cuantas veces; y la repetición de esas acciones les produjo el hábito: el
hábito de fumar o de beber, o de usar drogas. Y esos hábitos le han producido
el carácter.
Ahora, cuando las acciones son buenas, y son
repetidas, forman buenos hábitos, y esos buenos hábitos forman un buen
carácter, un carácter agradable a Dios.
Por eso es que
tenemos que examinar nuestras acciones con la Palabra de Dios; porque de ellas
depende nuestro carácter, el cual es formado aquí en la Tierra, y es el que nos
llevamos cuando nos vayamos de aquí.
Jóvenes, vigilen sus hábitos, que sean
buenos. Y para que sean buenos, entonces vigilen sus acciones. Y si alguno
tiene una mala acción, arrepiéntase y no vuelva a repetirla; porque la repetición de las acciones forman los hábitos.
Para que no se haga un hábito, se arrepiente,
pide perdón a Dios, ora a Dios, y nunca más repite esa mala acción. Y antes de
llevar a cabo una mala acción, al usted ver que va a hacer una mala acción,
pida a Dios misericordia, que le cuide, que le libre en ese momento de esa
acción mala que va a hacer, para que no tenga después que estar llorando y
arrepintiéndose de una mala acción. Vigile sus acciones, porque de ellas
dependen sus hábitos y su carácter.
Jóvenes, yo los amo, Dios los ama, Jesucristo
los ama, y Él desea que todos ustedes tengan un carácter conforme a la voluntad
de Dios, un carácter que agrade a Dios; y para eso entonces vigilen sus vidas y
estén siempre vestidos del nuevo hombre, que es creado según Dios en Cristo
Jesús Señor nuestro. Siempre vestidos del nuevo hombre con sus hechos, con sus
acciones; porque esas acciones formarán buenos hábitos, y esos buenos hábitos
formarán un buen carácter, un buen carácter cristiano agradable a Dios.
Que las bendiciones de nuestro Señor
Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes, les bendiga,
les use grandemente en Su Obra, y les ayude para
tener un buen
carácter
agradable
a Dios.
En otra ocasión examinaremos otros pasos que son
muy importantes; son ocho partes que tiene todo este programa que tiene que ver
con la personalidad del individuo. Y en alguna otra ocasión les estaré dando
los ocho pasos que tiene, y las ocho funciones que tiene para cada ser humano.
Con lo que hemos escuchado en esta tarde, yo creo que tenemos un cuadro
bastante claro para saber cómo agradar a Dios, y cómo hacer para que un buen
carácter sea manifestado en nuestras vidas. Y recuerden, siempre orando a Dios,
para que sea el Espíritu de Cristo el que obre en cada uno de ustedes el querer
y el hacer las cosas buenas de Dios; que sea Él en cada uno de ustedes
viviendo, que esas buenas acciones y buenos hábitos sean una manifestación del
Espíritu de Cristo en cada uno de ustedes; sea una manifestación del nuevo
hombre en cada uno de ustedes. Y que surja en forma espontánea, sin nadie
obligarlos a ustedes, sino que esa vida salga así de adentro hacia afuera;
porque esa es la forma correcta: que sea realmente una vida manifestada de
adentro hacia afuera, que sea el hombre interior viviendo exteriormente a
través del cuerpo humano. Ese hombre interior que es creado por Dios, o sea,
esa nueva criatura, ese nuevo hombre interior, que esté siempre manifestado en
cada persona.
Dentro de cada uno de ustedes hay otra
persona, o sea, hay otro hombre u otra mujer; depende: si es hombre, pues hay
otro hombre, si es mujer, pues hay otra mujer. Eso se le llama el hombre
interior, que es ese espíritu teofánico (si nació de nuevo); de modo que los
hechos del hombre exterior sean siempre los hechos del hombre interior que ha
nacido de nuevo, o sea del nuevo hombre, para que así agrademos siempre a Dios.
Siempre todas las acciones, los hechos del
ser humano, manifestados en la Tierra por medio del cuerpo humano, son los hechos
del hombre interior, ya sea del viejo hombre o del nuevo hombre que esté dentro
de la persona; que es un hombre o una mujer de otra dimensión.
Así que, vivamos vidas santas y agradables a
Dios, jóvenes, porque para eso es que Dios nos ha colocado aquí en este planeta
Tierra. Y sirvamos a Dios con toda nuestra alma, con todo nuestro corazón en Su
Programa correspondiente a este tiempo final.
Que Dios les bendiga, que Dios les guarde.
Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una tarde
feliz, llena de las bendiciones de Dios, y disfrutando de esas bendiciones
divinas en el hombre interior, en esa teofanía que han recibido para así poder
ver y entender el Programa de Dios. Es el hombre interior el que obra también
para entender las cosas de Dios.
Bueno, en la noche continuaremos platicando
para ver tantas bendiciones que Dios tiene para la juventud.
Es un privilegio muy grande servir a Dios en
los años de la juventud. Aún en los años de la niñez es una bendición grande
servir a Dios. Y si la persona desde niño, desde que nace está en el Programa
divino recibiendo la Palabra y trabajando en la Obra de Dios, es una bendición
más grande. Comenzar desde que nació en la Tierra hasta que termine sus días
aquí en la Tierra, esa es una bendición y un privilegio muy grande. Pero los
que han comenzado ya siendo jóvenes, y no les tocó esa bendición desde que
estaban niñitos, aprovechen el tiempo, aprovechen los días de su juventud para
servir a Dios; y así nos encontraremos en el glorioso Reino milenial.
Y luego continuaremos en la eternidad juntos, en el glorioso Reino de
Jesucristo.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos,
que Dios les guarde, y dejo por aquí nuevamente con nosotros a Robert para
continuar con esta actividad del Segundo Encuentro Juvenil Nacional de los
Jóvenes de Chile.
Dios les guarde, Dios les
bendiga a cada uno de ustedes y a mí también. Amén.
“LOS NUEVOS HECHOS DEL HOMBRE INTERIOR”
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